A poco de hacer cumbre la suerte le fue adversa. Un
descuido y ahora yace con las piernas rotas mirando una franja de cielo desde
el fondo de una grieta. Solo. Nada sabe de los otros, los que fueron arrastrados
por el agua durante la escalada. Ni sabrá, presume. Al menos hace unas jornadas
que no ha vuelto a llover. Exactamente desde cuando se abrieron las nubes y el
sol lo encegueció; el tiempo que lleva en la hendedura.
Para qué la huida, pregunta, y envidia al pájaro. Entumecido
de frío y hambre se adormila, ajeno a los hombres y animales que recién bajados
de un arca empiezan a cruzar la falla.
Publicada previamente en El Microrrelatista.
Imagen tomada de la red