martes, 28 de febrero de 2012

La palma de la mano




El auto vuela por la ruta y ella vuela dentro del auto. No está sentada allí, relajada, entera como él la ve cada vez que aparta la vista del camino, no. Ella se ha diseminado en el aire. Sus moléculas se expandieron y flotan entremezclándose con las otras, las del aroma  que sale de la boca de él desde que comió el bombón de avellana y chocolate.
Ella comenzó a desintegrarse inmediatamente después que convidó la golosina. Él, fuera del vehículo, esperaba que terminasen de cargar el combustible; ella, desde su lugar de acompañante se inclinó sobre el asiento, el brazo hacia arriba a través de la ventanilla con el Ferrero en el hueco de la mano. Mano transformada en nido. Nido tentador donde él se detuvo más de la cuenta, ya que al tomar el bombón arrastró los dedos por la palma. Primero, el roce electrizó la mano; luego, le estremeció el cuerpo como un sismo. En segundos, en algún lugar, su letargo de años de matrimonio se resquebrajó y comenzó a romperse en pedazos; los fragmentos más gruesos volaron hacia la playa de la estación de servicio y ella se reconoció sólo en las partículas, en las tiernas moléculas de una nube leve, y en un alerta visceral que persiste y todavía no sabe muy bien dónde ubicar.
Ahora piensa que podría habérselo dado como se dan las monedas de un vuelto; sin embargo, no se arrepiente de la ofrenda; al contrario, porque para ella el mundo ha empezado a girar en una órbita excéntrica.  
No se vieron las caras en el preciso momento y no lo miró mientras él quitaba la envoltura del bombón antes de emprender la marcha, pero sabe que fue adrede. Sabe también que no pueden parar de hablar. Un tema enlaza al otro: el trabajo, el seminario que los llevó a compartir viaje,  las familias de los dos, la vida.  A ella no le importa realmente lo que está diciendo, le sorprende que desintegrada como está  sea capaz de seguir la conversación, hacer acotaciones, reírse, asentir o negar. Todo y más, sin entender qué parte de su cuerpo procesa cada acción  y sin dejar de pensar en lo que creyó nunca volvería a sentir. Esto siempre le pasó a las demás, no a mí, piensa.  Multiplicada en testigo y parte, sin embargo, ahí está sintiéndose restaurada, plena, feliz.

Él continúa hablando, hace el gesto que tanto le atrae, sonríe y ella advierte en la mejilla tersa el hoyuelo incipiente. Cómo es posible que  no lo haya  notado antes... Piensa en la magia y cree en la magia porque la tiene delante de sus ojos. O quizá cree en lo afrodisíaco de las avellanas y el chocolate.  Porque ella también comió un bombón.  Lo metió en la boca  después de sentir la caricia y dejó que se disolviera poco a poco.  Por la lengua empastada, el sabor del chocolate y las frutas mordidas a medias le explotó en la nariz tal como lo hizo el aliento de él.  Unida, enlazada por los aromas, entre palabras y risas, se siente parte de una comunión de sentidos.  Y sabe que no hay vuelta atrás, que quiere que la magnífica sensación  atraviese cada minuto del resto de su vida. Lo desea  a sabiendas de que  los kilómetros se van consumiendo y de que sólo faltan tres horas para llegar a la ciudad y a la casa de él; allí, donde se despedirán tibiamente hasta el día siguiente y donde ella retomará su lugar al volante para llegar hasta su propia casa.
Tres horas por delante, piensa, y con la mano todavía electrizada saca del bolso otro bombón y se lo ofrece.


Imagen tomada de la red

martes, 14 de febrero de 2012

De cómo la luna llena atrae a los amantes.





En el anochecer reverberante de chicharras, desde lo alto del olmo junto al camino,  el loco gritaba: 
 "¡Quiero una mujer! ¡Quiero una mujer!",  al tiempo que un auto que pasaba reventó neumático.
Del susto, el pobre se cayó del árbol. La mujer que conducía descendió temerosa y se acercó al desmayado. Dormido como un santo, le pareció el hombre más tierno jamás visto.
Cuando él despertó, entre los brazos de ella, era el más lúcido del mundo, también.





Micro inspirado en la escena de Teo en el árbol, de Amarcord, de Federico Fellini.
Imagen tomada de la red.

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