—No estoy de acuerdo, Sr. Hemingway —dijo el pescador, mientras sujetaba el enorme pez espada a un lado del bote—. Él era magnífico, luchamos
a la par: yo gané. ¿Por qué han de comérselo los tiburones ahora?
—Sé lo que hago, viejo. Es el único final posible, lo sabes...
Ilustración tomada de la red
Don -debería decir Mr.- Ernest y los finales felices compatibilizaban adecuadamente.
ResponderEliminarMe gusta este micro metaliterario, Mónica.
Un abrazo,
Pues yo pienso que a Mr. Ernest no le gustó demasiado el reclamo, de ahí el trato, jeje.
EliminarMuchas gracias por tu comentario, Pedro.
Un abrazo,
El autor siempre manda. Vanos intentos los del protagonista de quedarse con lo que tanto le costó.
ResponderEliminarMe gustó tanto como todo lo que escribes.
P.D.Esta es la cuarta vez que intento enviar el comentario. A ver si ya...
Llegó, llegó... el Blogger se pone difícil a veces.
EliminarMuchas gracias por tus palabras, Lola.
Abrazo fuerte.
Mónica:
ResponderEliminarEn este micro has estado magnífica, casi me pareció presenciar esta ficción tuya como algo real.
Probablemente, Hemingway también haya pensado ese diálogo con el viejo.
Debía ser una victoria pírrica...
Un gran abrazo.
Arturo, me alegra que el micro haya provocado esa impresión en vos. Muchísimas gracias por hacérmelo saber.
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