viernes, 29 de octubre de 2010

Tras el vidrio de reloj


Hace tiempo que nuestros encuentros fugaces no satisfacen a ninguna de las dos. Y encima, el otro rondando…


Mini premiada en la Marina de Ficticia. com.  Septiembre 2010. Juez: Mario Capasso. Argentina

domingo, 24 de octubre de 2010

Dolor

Subo fatigosamente la escalera de piedra  cuando un hombre en jubón, calzas y  arco en mano se adelanta y llega antes que yo a la almena de la torre. Desde allí, al parecer, reconoce al enemigo que se acerca; entonces, carga y tensa la cuerda: la certeza puesta en el rival.
-¡Qué ridiculez! ¿Cómo puedo soñar esto? -exclamo al tiempo que él suelta la flecha.  Sin duda,  le he hecho errar el tiro pues, furioso, carga otra vez y me apunta a mí.

Así  fue como desperté con esta terrible punzada en el ojo izquierdo, doctor.

viernes, 15 de octubre de 2010

Proveedor Gourmet

¡Miren! ¡Allá está! ¡El criadero natural más grande por estos lugares! Tiene razón Xlumi Tis;  él sabe porque estudia los ciclos y la demanda del  mercado. Por algo es de los mejores chefs de Xlovadi. Dice que nunca habrá problemas de abastecimiento si se respetan los tiempos de las especies. Y que no hay que temer, aunque los precios se encarezcan por el flete (si sabré yo lo que cuesta llegar hasta acá), porque la buena materia prima se paga bien.
Recuerden: el tour únicamente incluye el traslado y la degustación. Por el modo de recolección no pregunten; es secreto profesional. Sólo les digo que perfeccionarlo llevó mucho tiempo. Éstas son piezas muy pequeñas, frágiles, y deben llegar en perfectas condiciones. No trabajo a granel. Tomo la precaución de empacar por variedad y tamaño y eso facilita el trabajo en las cocinas.
La preparación correcta enaltece a un cocinero, eleva al restaurante a una categoría superior. Pero, el sabor, la consistencia de las fibras se alteran sin remedio si se desconocen los procedimientos correctos.  ¡Si habré visto reputaciones arruinados por la elección de una variedad equivocada o un punto de cocción inadecuado!  Ahora, ¡qué manjar de los dioses cuando están bien preparados!
Como sibarita prefiero lo sencillo, lo simple: a mí me gustan fritos. Los cocino yo mismo. Uso variedades mixtas  —para este tipo de cocción importa  sólo el tamaño—. Descarto las  piezas pequeñas por desabridas y las muy grandes, por la grasa. Elijo las medianas  —alcanzan el grado justo de crocantez y  dulzor—.  ¡Jamás  usen grasa de samú!  Sólo aceites neutros como calenis o tercure. Y no hay que vacilar; que los chilliditos  y las contorsiones no los amilanen. Son simples movimientos reflejos. Tampoco se deben pinchar porque pierden jugo: hay que tomarlos firmemente  con una pinza y cocinarlos apenas dos segundos. Es todo. Sí pongan  especial atención a  la temperatura del aceite. Nunca debe superar los 170 -175º Tun porque si no, los humanos se achicharran.



jueves, 7 de octubre de 2010

La gata

No sé por qué me puse a cortarle la carne a la gata. No lo había pensado antes, pero por ahí fue a propósito; o, quizá,  porque como tenía el cuchillo en la mano, ella se había puesto a maullar  y no me dejaba caminar. Alcira llegó justo cuando le daba a probar unos pedacitos. Me dio bronca que entrara sin llamar, aunque la vieja no tenía la culpa -Ernesto siempre deja la puerta abierta-.

— ¿Qué te pasó en la frente? —preguntó.
—Nada.
—Nada —repitió ella—. Algún día no contás más el cuento vos.
—Perdé cuidado —le dije, y volví a cortar. Todavía me temblaba un poco la mano y sentí que me tajaba un dedo. Justo en la coyuntura del pulgar. La misma sensación que cuando corté un tendón en la carne, sólo que me agarró como una electricidad fría. Pero no me sangró enseguida, debe haber sido porque tenía las manos heladas.
— ¿Comiste?
—Temprano— le mentí. Y le tiré a la gata más tiritas de carne.
—Así me gusta —movió la cabeza—. Pensá que ahora tenés que comer por dos.
Me empezó a sangrar el tajo. La sangre corrió por los pliegues del nudillo y manchó la carne. Yo siempre le corto finito a la gata para que coma rápido y se vaya porque Ernesto la saca a patadas cuando la ve adentro, pero entonces se los tiré como estaban, medio grandes, mezclados con mi sangre y todo.
— ¿Le encontraste la cría ya? —preguntó, mirando a la gata que lamía los últimos pedazos antes de masticarlos.
—Todavía no.
—Apuráte, si esperás más no te vas a animar a ahogarlos —aconsejó.
—No importa...
—Ja. No importa…, sí, tenés razón… Decile  al Ernesto, a ver qué pasa —se burló—. Sabés… estás rara hoy… ¿Será la preñez, che?
La gata se había devorado todo y olisqueaba el aire.
—¿Necesitás que te traiga algo?—dijo la vieja, ya saliendo.
—Me arreglo con lo que tengo —negué con la cabeza.
Apenas se fue puse la tranca y limpié el cuchillo otra vez. El dedo me ardía por el detergente. Vi a la gata ir hacia la pieza.
— ¡Ahí adentro no! —grité, pero ya se había metido.
Cuando corrí la cortina, lamía el charco oscuro en el piso.






Este cuento resultó finalista en el concurso de la editorial Disculpe las molestias, Mexico

lunes, 4 de octubre de 2010

Chance


 Aparentemente estás jugado. Listo. Pero tal vez  haya una posibilidad y lo vas a intentar.
Mirás al tipo en el piso: tiene un agujero en la cabeza. ¿Lo fusilaste o se suicidó? Los canas vociferan desde los techos.
“¡Vengan ustedes!,”  gritás. 
Y te reís. Estás loquito. ¡No sabés  por qué!  Quizá porque tomaste mucha merca, quizá  por el arma en la mano. ¡Qué bien calza!.. Sentís seguridad (siempre te gustó la sensación). Ajustás los dedos a la culata, al gatillo: está liviana. 
“¡La puta madre! ¿A quién le sacudí nueve veces? ¿A la yuta? ¿Qué carajo pasó?”
Entonces creés que se te revienta el pecho, que te morís…, justo cuando el milico tira de los pelos y otra vez  saca tu cabeza del tacho. El aire se pelea con el agua que ya tenés adentro. Si tan sólo pudieras recordar qué mierda  hiciste…
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