Mirás al tipo en el piso: tiene un agujero en la cabeza. ¿Lo fusilaste o se suicidó? Los canas vociferan desde los techos.
“¡Vengan ustedes!,” gritás.
Y te reís. Estás loquito. ¡No sabés por qué! Quizá porque tomaste mucha merca, quizá por el arma en la mano. ¡Qué bien calza!.. Sentís seguridad (siempre te gustó la sensación). Ajustás los dedos a la culata, al gatillo: está liviana.
“¡La puta madre! ¿A quién le sacudí nueve veces? ¿A la yuta? ¿Qué carajo pasó?”
Entonces creés que se te revienta el pecho, que te morís…, justo cuando el milico tira de los pelos y otra vez saca tu cabeza del tacho. El aire se pelea con el agua que ya tenés adentro. Si tan sólo pudieras recordar qué mierda hiciste…
Le pasa a toda la humanidad. Alguien saca y pone nuestra cabeza dentro de un tacho con agua.
ResponderEliminarMe ha encantado este cuento.
Un abrazo
Muchas gracias, Patricia, por pasar siempre. Cariños.
ResponderEliminarLos pelos como escarpias, me ha puesto este micro. Impresionante.
ResponderEliminarBesos.
Pues entonces ha cumplido su cometido. Muchas gracias por leer y comentar, Lola. Un abrazo.
ResponderEliminarTremendo texto, no sé si lo entendí pero me sacudió.
ResponderEliminarTiene una gran fuerza.
Un abrazo,
criptex
Criptex! Un gusto tenerte por acá, y muchas gracias por dejar tus palabras.
ResponderEliminarAbrazo grande.