domingo, 9 de diciembre de 2012

La otra intimidad




Aquel día, minutos después que saliste a caminar, me arrepentí de no haberte acompañado y fui tras tus pasos. Llevabas ventaja. Tus piernas son poderosas: me asombra la distancia que recorren en poco tiempo.
Yo corrí apenas unos metros en vano por mi pie inútil, y seguí a mi propio ritmo.

Te veo ahora alejarte, tal como hacías en aquel momento. Solo que entonces mirabas hacia el mar: a los botes que desde el horizonte regresaban a la playa; a los que proveían el festín de las gaviotas; al velero partiendo el oleaje oblicuo, a los pocos bañistas en el agua.

Si hubiésemos caminado juntos aquel día, hubiéramos ido haciendo los mismos comentarios de años, y recogiendo quizás alguno de nuestros caracoles de cada verano. Mas yo iba rezagada, disfrutando de tu ignorancia de ser observado y de mi voz narrando tu mirar.

Llegué a un grito de tu espalda. Pude haberte llamado, pero no lo hice. De pronto me sentí una intrusa, una fisgona y para no perturbar tu momento único, di la vuelta. Regresé despacio a esperar que regresaras.

12 comentarios:

  1. Relato preñado de nostalgia, lleno de imágenes evocadoras.

    Abrazos con mucho sol.

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  2. Mónica:
    ¡Qué bueno!
    Hay veces en que se debe dejar sola a la mujer, en sus cosas, sin molestarla. La mujer debe proceder de igual modo.
    Es una manera de respetar y demostrar cariño.
    Has hecho sencillo un tema muy profundo. Te felicito.
    Un gran abrazo.

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    Respuestas
    1. Arturo: muchas gracias por tus palabras. Creo que hay una instancia en donde la madurez prevalece.
      Abrazo fuerte.

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  3. como cada uno de tus escritos, bello. Esa extrana belleza de la melancoli, lo que no deja de ser bello aunque nos duela. El don de la palabra es tuyo moni y te admiro. te quiero.
    tu fan de siempre

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  4. El juego de los tiempos verbales, ese presente y ese condicional que inician el segundo y el tercer párrafo abren la puerta a muchas interpretaciones. Cuánto mimo en la escritura, Mónica.

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    1. Agradezco mucho tu ojo entrenado y tus apreciaciones, Elisa. Un fuerte abrazo.

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