De tanto en tanto sucede que, involuntariamente, despierto a la gárgola de Saint Gervais: varios pestañeos y suspiros coordinados, y ya está ella abriendo los ojitos y desplegando alas. Se anima en la noche y emprende vuelo sobre la Rue des Barres hacia mi tejado. Para ese entonces, y aún ignorante de su osadía, yazgo en mi cama intentando dormir.
Torpe, desprolija -entumecida quizá-, la delatan sus pezuñas en las tejas cuando llega. Irremediablemente insomne, oigo sus pasos arriba, mientras elige el lugar donde sentarse; pretenciosa en más de un sentido (se horroriza de las canaletas simples), escoge sólo las molduras que dibujan encajes en la piedra.
Yo, que hace tiempo me prometí mudarme a un barrio sin iglesias, de improviso, recuerdo que son mis juramentos vanos los que la convocan. Y la percibo paciente, con las orejas ansiosas por escuchar culpas. Entonces sonrío bajo la sábana y comienzo a recitar mis faltas. Invento pecados y pesares, prometo comenzar a cumplir mis promesas so pena de suplicio. Sé que eso la contenta porque al rato se ha marchado.
Finalmente vuelvo a intentar dormirme, sin saber qué hacer con el rosario que me dio por penitencia, y decidida a salir a buscar nueva habitación por la mañana.
Una joya. No un medallón grande y pesado. Una figurilla delicada, pequeña, labrada en topacio y amatista.
ResponderEliminarMe gustó, Mónica. Se siente su forma, su vuelo. Algo así como si se hubiera escrito en tercera dimensión.
ResponderEliminarUn abrazo.
Patricia: Me da gusto recibir tan bello comentario, y tan bien escrito.
ResponderEliminarJosé Manuel: Me encantó lo de ...'escrito en tercera dimensión', original apreciación de lo que recreas en tu mente.
Muchas gracias a los dos.
¡Ay con tus gárgolas y sueños insolentes, para los que (afortunadamente)no hay antídoto.
ResponderEliminarMe ancantaron, además, tus datos personales. Elsa Calzetta
Elsita: agradecida por tu visita y tus palabras, maestra.
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