Falta poco para que amanezca y no durmió; ha estado leyendo lo que siempre lee en la víspera. Como agua de pozo en medio del follaje, la lectura lo sosiega. Valgan el temblor y la fiebre de días anteriores, el privilegio de este día.
Se prepara: lucirá un atavío principesco; por elección, irá descalzo. Escucha música afuera; oye también voces silenciadas que más tarde, cuando él termine, se llenarán de júbilo.
La claridad sin sol lo llama y sale. Contempla el caserío, más abajo el hilo de agua serpenteando el bosque, los cultivos y las montañas todavía oscuras. Los ve desvaídos por la bruma gris del alba y apresta sus ojos tan despiertos. Necesita embeberse del lugar para que sus manos se impregnen con la magia. Mira hasta embriagarse de paisaje como se ha embriagado tantas veces en desdicha. Mira para que al pintar los ojos, éstos deseen mirar porque ya conocen.
Cuando el sol asoma vibran címbalos y él camina con majestad hacia la estatua: feliz, casi como si la llevase a ella de la mano. Sube espejo, pigmentos y pinceles al andamio. Abajo, sólo los mantras acompañan: nadie osará mirar mientras se crea lo sagrado.
A la hora de la Iluminación , el pintor descansa su mano unos segundos en el pecho, donde guarda las cartas que relee, y luego, de espaldas con pinceles al hombro y enfrentando el espejo, despliega su arte. Pinta los ojos a la estatua. Pinta lo que ha conocido tanto, lo más bello: el valle natal, las montañas azules, la sonrisa en los ojos que un día dijeron hasta luego, sin saber que era adiós.
Simplemente bello, que mas te puedo decir?.. menos mal que poesteaste, ya estaba con sindrome de abstinencia..
ResponderEliminarBesote grande
Tu fan ;)
Sosiego es la palabra que define, para mí, este relato. Me dejó muy relajada.
ResponderEliminarBesos a puñados.
Desconocía la tradición, serena belleza la de tu micro.
ResponderEliminar'...la sonrisa en los ojos que un día dijeron hasta luego, sin saber que era adiós.' Para mí estas palabras, solas, ya merecen un aplauso.
Feliz fin de semana Moni.
Yo ando medio torpe Mónica, porque más allá de la belleza del relato, de la paz que transmite, siento que hay algo que se me escapa... acaso el pintor se va a suicidar?
ResponderEliminarSaludos!
Viviana, Lola, Patricia, muchas gracias por sus palabras.
ResponderEliminarClaudia, no fue mi intención pero no puedo impedir que veas esa intención en lo escrito. Simplemente el pintor, tal vez sin saberlo, seguirá pintando los ojos de su mujer muerta a cada nueva estatua o imagen del Buda. GRacias por visitarme.
Abrazos y besos para todas.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarUn texto donde predomina la prosa poética ―pero no por ello exento de narratividad― que se desliza suave hacia un final impensado. No es que el hombre se vaya a suicidar como pregunta Claudia, el caso es que para culminar la obra, el protagonista evoca las cosas bellas que han visto sus ojos y así transmitirles a aquellos otros ojos que va a pintar la emoción, el júbilo de la vida, de allí “el valle natal, las montañas azules…”; pero hasta lo bello puede estar acompañado de lo triste y también rememora “la sonrisa en los ojos que un día dijeron hasta luego, sin saber que era adiós”. Los ojos de quien “guarda las cartas que relee”. Y en este punto queda claro que se refiere a otros ojos, a los de ella…
ResponderEliminarBELLÍSIMO.
Saludos.
PD: el comentario anterior lo borré porque te decía que no estaba seguro que se tratase de la mujer, pero en la relectura la frase: “descansa su mano unos segundos en el pecho, donde guarda las cartas que relee”, es inequívoca.
Me gustaron los preparativos antes de esa sosegada pintura.
ResponderEliminarPintar a través del reflejo en el espejo, ¿es un símbolo?
Un beso, Mónica.
CANCIÓN
ResponderEliminarNo basta la inteligencia ni la locura,
el canto ni la poesía
la obstinación ni la renuncia.
No basta el riesgo ni la quietud
ni el silencio o las palabras
ni la música o la lluvia.
No basta el fuego ni la brisa,
la tristeza ni el candor,
No bastan manos fuertes,
miradas claras,
abrazos firmes o sonrisas sueltas.
No basta la promesa,
ni el canto ni la noche
no el mar no las estrellas
no peces no aves.
No basta conocer la ruta al paraíso,
no basta el amor...
Nada nos colma.
Bolaños.
Hola, Mónica. Una nota, nada más, para comunicarte que incluí un enlace a tu blog desde el mío para poder llegar a visitarte.
ResponderEliminarAbrazos,
PABLO GONZ
Gabriel, gracias por tu minucioso comentario. El sentido del relato es tal cual decís: el artista recurre a lo que más ama para buscar inspiración.ació
ResponderEliminarTorcuato: Más que símbolo es una condición necesaria. Según dice la tradición, una estatua o imagen de Buda es apenas piedra u otro material hasta que le pintan los ojos. Los ojos le dan el carácter sagrado: a partir de allí hay Buda. Es lo último que se hace y nadie puede mirar durante el proceso, incluído el artista; de ahí la necesidad de espejo y ayudantes. Ha sido un arte trasmitido de padres a hijos. Es una celebración importante, al artista lo agasajan y le dan obsequios.
Gracias por leer y cometar, Torcuato.
Anuar, pues me alegro que mi relato te haya inspirado la canción. Te diré que a mí me colman la mayoría de esas cosas de las que habla tu poema.
Bienvenido, y espero que regreses.
Pablo, encantada de que incluyas el enlace a Ni vara ni cuchillo en tu blog. Muchas gracias.
Abrazos y besos a todos.